martes, 29 de marzo de 2011

Galope de arena: búsqueda de locaciones en la Guajira colombo-venezolana

Las cuatro de la mañana. Suena el despertador. El equipo se prepara para la odisea: bultos, comida, agua, chinchorros. La camioneta de nuestro amigo Manuel Angel nos espera, con mecate en mano se amarran todos los implementos en la parillera. Arranca el motor y la carretera comienza a extenderse frente a nosotros. Quienes ya conocemos el camino, sabemos que pronto las horas se convertirán en días, y a pesar de que expliquemos y prevenimos a los miembros del equipo que nunca han hecho este viaje, acerca de los caminos de arena, del calor y de la naturaleza ruda de la ruta, la Guajira siempre termina por asombrar y asustar a los primerizos. Comenzamos a explorar los pueblos cercanos a la costa, en los alrededores de Cojoro (Venezuela). Nos encontramos con una aldea de pescadores perfecta para la recreación de la Bahía de Portete. Seguimos y comenzamos a penetrar la frontera. La carretera de asfalto llegó a su fin y con ella dio inicio el galope arenoso: el golpe de arena y las rocas, las trillas en zig zag, las subidas y bajadas, el brincoteo infinito de la camioneta que enfrenta a los senderos de tierra Wayuu que rugen y noquean sin misericorida, a la polvareda que se levanta, al viento que cacheta tras el mínimo roce.

Los que ya estamos acostumbrados, adaptamos nuestro cuerpo al violento masaje, como lo hacen cientos de wayuu semana a semana en las chivas y camiones. Nos acoplamos a la madre tierra que se abre en grandes extensiones desérticas, pues para penetrarla, para quererla y entenderla tal como es, se deben tener espalda, nalgas y piernas de acero, como las de las ancianas wayuu que se mantienen firmes tras los infinitos vaivenes de las chivas durante largas horas y hasta días de viaje. El que no esté dispuesto a seguir el ritmo de este galope de arena y de piedra, definitivamente no podrá soportar los retos de nuestro largometraje EL REGRESO, pues el objetivo es sumergirnos en el desierto wayuu, para visibilizarlo en la pantalla grande. No queremos ir a Coro, Barquisimeto u otras zonas de Venezuela que posean desiertos para simular la Guajira. Quizás para nosotros, los aliju´nas (no indígenas), eso pudiese funcionar: todos los desiertos son iguales, eso afirmaría un productor convencional. Pero el Wayuu de manera inmediata podrá saber que esa no es su tierra, y nuestro proyecto tiene como propósito que el indígena pueda reconocerse y sentir suya esta película de la misma forma que el alijuna. No defraudaremos al espectador Wayuu y será la Guajira el escenario vivo de nuestra historia: el equipo deberá asumir esta responsabilidad y esta propuesta ética frente a la comunidad Wayuu.


Fotografiamos, grabamos, disfrutamos de los paisajes enormes y envolventes: visitamos Castillete, Puerto López, Topia, Panterramana. Dormimos en el pueblo de Nazareth (Colombia) en la enramada de la familia Jusayú que siempre nos recibe con los brazos abiertos. Acostada en mi chinchorro, acunada por las luciérnagas, disfrutando de la delgada brisa y del aroma a tierra, no pude evitar recordar a mi Niño Shuá, el maestro Miguel Ángel Jusayú, cuando hace ya cinco años caminaba por las aguas de "Kulematamana", cuando lo seguíamos entre los cactus mientras contaba su historia. Pude verlo de nuevo abriéndose al camino con bastón en mano, penetrando el desierto como si fuera la sala de su casa, seguro de cada paso, como si viese el horizonte. Gracias a él este proyecto existe, gracias a él pude reencontrarme con este universo de misterios rocosos, tierra de canto, sed y sueños. Gracias maestro, sé que estás con nosotros.


Y llegamos embriagados de arena, con la piel enrojecida, con notas de todos los lugares donde tendrá lugar nuestra historia. El reto del equipo es diseñar un esquema de producción flexible donde se pueda aprovechar toda la fuerza de este paisaje, donde se puedan integrar a las comunidades que allí residen, creando un diálogo que nos permita plasmar esa combinación entre ficción y documental que tanto buscamos. El reto es abrir nuestras mentes y entender que para hacer cine no existe "un método" sino múltiples caminos que pueden tomarse para hacer cine desde otros puntos de vista, desde otras realidades, desde otros modos de ser y de vivir. Les dejo algunas fotografías de nuestra aventura de arena, un breve video de los lugares visitados, y pues seguimos trabajando y compartiendo con ustedes cada paso dado hacia el inicio de nuestro rodaje.












1 comentario:

  1. Qué bien Patricia!! me gusta esa honestidad para enfrentar el trabajo; sobretodo un trabajo de estas dimensiones que se ha desarrollado a pesar de todos los contratiempos. Suerte: espero verlo terminado

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